EDITORIAL:

La primera mitad del año 2015 ha sido de francos retrocesos para el Estado laico peruano: el archivamiento del proyecto sobre despenalización del aborto por violación sexual en una mal llamada “Comisión de Justicia y Derechos Humanos” del Congreso de la República, copada por personalidades políticas precisamente enemigas de tales derechos, así como el archivamiento del proyecto de ley sobre Unión Civil en la misma Comisión, han sido dos episodios en los que la laicidad de nuestro Estado ha sido puesta nuevamente en entredicho por actores políticos y confesiones religiosas de corte fundamentalista.

Nuestro colectivo nació precisamente en el contexto de tales debates al punto de que nuestro primer nombre fue el de Creyentes por la Unión Civil. Pero rápidamente advertimos que aquella lucha coyuntural tenía un horizonte mayor: la lucha por la laicidad del Estado, como el mejor régimen de convivencia civilizada de las diferentes cosmovisiones, convicciones, creencias e ideologías existentes en nuestra diversa sociedad. Entonces decidimos identificarnos como Creyentes por la Laicidad y construir progresivamente un movimiento social interreligioso que apostase por articular a todos y todas aquellas creyentes que tuviéramos en común la apuesta por la Laicidad así como hostilidad hacia la tiranía oscurantista del fundamentalismo. Nos reconocemos como una minoría crítica dentro de nuestras respectivas confesiones, pero una minoría relativa: desde nuestras convicciones democráticas nos identificamos con el amplio río de las conquistas de la dignidad humana de todos los tiempos. Y además una minoría transitoria: desde nuestra fe sabemos que las corrientes mayoritarias de nuestras confesiones tarde o temprano respetarán la Imagen de Dios en cada persona sin distinción de orientación sexual, género, etnia, credo, o cualquier otra condición. Eso queremos difundir con este primer número de nuestro boletín.

Marco A. Huaco P.

Coordinador